domingo, 25 de noviembre de 2012

L'espill (El espejo)


CATALÀ:

Es mira a l'espill, la por impresa en els seus ulls, els cruels records en cada fibra de la seua pell. La tristesa, l'angúnia, els per quès. 

Voldria mirar-se a l'espill i vore somriures, records dolços, rises fresques i cançons alegres. Voldria poder acostar-se a l'espill i dir-li que algun dia ja no li tindria por, ja no seria una formigueta front un gegant poderós, ja tornaria a ser ella.

Uns braços l'envolten suaument per l'esquena. Un abraç suau i intens a la vegada. Una veu li mormola paraules dolces, cançons alegres i comença a crear records feliços. Mai més por, li diu. 

Juntes es miren a l'espill, la formigueta poc a poc se sent menys menuda. El gegant és cada vegada més covard i insignificant. L'espill li torna la imatge d'una dona forta, decidida, segura del que vol i sobretot del que no vol. La imatge de dues dones que, juntes, seran com el petit Goliat. La imatge d'una amistat que empenta la formigueta fora del seu cau, que li agafa la mà i li diu que sempre estarà al seu costat, valenta. 

L'espill observa les dues dones desde la distància, ara ocupades en començar la nova vida de la ja-no-tant-formigueta. L'espill les sent fer una cridada, segurament la més important de la seua vida, i respira tranquil. Està desitjant que eixa formigueta torne a ser una princesa.

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Un xicotet relat per a commemorar el Dia Internacional Contra la Violència de Gènere. Per fer un xicotet homenatge a totes eixes valentes que lluiten contra la brutalitat d'uns sers que no mereixen ni ser anomenats persones. Espere que, poc a poc, totes les formiguetes que es miren a l'espill conseguisquen transformar-se en les princeses que porten dins. 


CASTELLANO:


Se mira en el espejo, el miedo grabado en sus ojos, los crueles recuerdos en cada fibra de su piel. La tristeza, la angustia, los por qués. 

Querría mirarse al espejo y ver sonrisas, recuerdos dulces, risas frescas y canciones alegres. Querría poder acercarse al espejo y decirle que algún día ya no le tendría miedo, ya no sería una hormiguita frente a un poderoso gigante, ya volvería a ser ella. 

Unos brazos la envuelven suavemente por la espalda. Un abrazo suave e intenso a la vez. Una voz le susurra palabras dulces, canciones alegres y empieza a crear recuerdos felices. Nunca más miedo, le dice. 

Juntas se miran al espejo, la hormiguita poco a poco se siente menos pequeña. El gigante cada vez es más cobarde e insignificante. El espejo le devuelve la imagen de una mujer fuerte, decidida, segura de lo que quiere y sobre todo de lo que no quiere. La imagen de dos mujeres que, juntas, serán como el pequeño Goliat. La imagen de una amistad que empuja a la hormiguita fuera de su guarida, que le coge la mano y le dice que siempre estará a su lado, valiente. 

El espejo observa a las dos mujeres desde la distancia, ahora ocupadas en empezar la nueva vida de la ya-no-tan-hormiguita. El espejo las oye haciendo una llamada, seguramente la más importante de su vida, y respira tranquilo. Está deseando que esa hormiguita vuelva a ser una princesa.

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Un pequeño relato para conmemorar el Día Internacional Contra la Violencia de Género. Para hacer un pequeño homenaje a todas esas valientes que luchan contra la brutalidad de unos seres que no merecen ni ser llamados personas. Espero que, poco a poco, todas las hormiguitas que se miren en un espejo consigan transformarse en las princesas que llevan dentro. 





sábado, 24 de noviembre de 2012

Reloj de Arena (Parte II)


Tiempo: Parte I 

El sonido de un trueno la saca de su ensimismamiento. Hace horas, o tal vez sólo minutos que parecen infinitos, que está mirando ese viejo álbum de fotografías. Recuerdos de momentos felices, de historias de infancia, de imprevistos que se convertían en una parte indispensable de sus vidas. Las hadas de nieve, que no muñecos porque ella siempre había querido construir una Campanilla de cristal, las largas noches contemplando los hermosos copos de nieve caer, el café, el sempiterno aroma a café.

Quisiera volver atrás en el tiempo, recuperar esos momentos ahora perfectos y guardarlos en una cajita de hierro para evitar que escapen de nuevo, para impedir que vuelvan al pasado, para desear que se conviertan en futuro.

Quisiera poder hacer del presente el pasado, del pasado un futuro, y del futuro una incertidumbre que descubrir juntos. En la nieve, observando caer los copos de nieve, construyendo hadas del cristal de los duendes, oliendo el café y escuchando las burlas cariñosas cada vez que le cueste bajar del telesillas.

La luz de un relámpago la deslumbra momentáneamente. Cuando vuelve a abrir los ojos, las lágrimas ya han empezado a recorrer el camino hacia su corazón. La lluvia salada le recuerda sus deseos, o su deseo, aquel que la hace querer volver atrás, a aquellos recuerdos etéreos, a aquellos tantos días que ahora conjuga en tiempo pretérito.

Quisiera vivir en un cuento, en un mundo de magia donde hasta lo más inesperado puede convertirse en tu objeto más preciado. Como un reloj de arena. Ojalá tuviera uno. 

Ojalá tuviera un reloj de arena para poder darle la vuelta al tiempo.


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Todos, en algún momento, hemos deseado tener un reloj de arena, ¿verdad? Ésta es la segunda parte de la secuencia sobre el tiempo con la que retomé el blog. No es un relato muy animado, y de hecho me pensé si subirlo o no porque ahora mismo me apetece más escribir cosas alegres, pero ambos relatos los pensé juntos, creo que se complementan muy bien y sentía la necesidad de darle su otra mitad al relato que ya había subido al blog. 

De todos modos, aunque sea un poco triste, espero que hayáis disfrutado la lectura. 
Gracias por pasaros y dos veces gracias a los que me comentáis. 
¡Nos leemos pronto!

jueves, 15 de noviembre de 2012

Café con leche y miel


Miró con atención la cuchara de madera. La miel se deslizaba por ella lentamente, cayendo poco a poco en el humeante vaso.

Recuerda la primera vez que supo que el café con leche y miel sería su bebida favorita. Ambas habían leído el mismo libro, habían reído en los mismos pasajes y amado las mismas líneas. Comentaron emocionadas el final, discutieron qué era bueno y qué no era tan bueno. Se enamoraron a la vez de las mismas palabras. Se abrazaron muertas de risas cuando decidieron que ellas serían hermanas también, como en el cuento. El suyo podría ser el número catorce, ese número tan especial. ¡Había habido tantos catorces inolvidables! Porque los recuerdos de una eran los recuerdos de la otra, los catorces de una eran los catorces de la otra, las lágrimas de una eran la media naranja de las de la otra. 

"Mi hermanita de leche y miel", le dijo por primera vez mientras la miraba sonriente. "Mi hermanita de café con leche" respondió emocionada antes de abrazarla. Una taza de leche endulzada con la miel de una, intensa con el café de la otra. Una taza de leche perfecta. 

La miel de la cuchara sigue cayendo en el humeante tazón, acumulándose en el fondo, sedimentando la certeza de un vínculo que va más allá de lo explicable, que sólo puede sentirse, como el sabor de la miel o el aroma del café. 

Sonríe con ternura mientras escucha la preciosa aria que está cantando en la habitación de al lado su otra mitad de café, y le agradece internamente. Le agradece sus abrazos, su tesón, sus lágrimas, sus sonrisas. Le agradece su voz, su risa, sus palabras. Le agradece que esté allí, junto a ella, entendiéndola con la mirada, cogiéndole la mano, diciéndole sin decir que siempre podrá confiar en ella. 

Le agradece que sea su hermana, su taza de café, su mitad en una combinación perfecta que ahora, y desde aquella tarde de risas y confesiones, sabe a Siempre. 

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Dedicado a una de las personas más importantes en mi vida. Espero que tanto a ella como a quienes hayáis llegado hasta aquí os haya gustado. 
Muchísimas gracias por las visitas y sobre todo por los comentarios. Nos vemos pronto ;)

martes, 6 de noviembre de 2012

La casa de chocolate


El crepitar del fuego es el único sonido de la habitación. El aroma de la leña quemada se mezcla con el del chocolate recién hecho, como si lo que se está quemando fueran troncos de cacao. Cierra los ojos y recuesta la cabeza en el sillón. Afuera, el viento aúlla con fiereza y golpea las ventanas agresivamente, queriendo adentrarse en esos cálidos hogares, buscando un poco del calor que desprenden. Pero no puede. El viento sigue siendo frío, rápido y estremecedor. Nadie le deja pasar, nadie le permite unos minutos al lado de una chimenea encendida, y por ello debe seguir buscando, con fiereza, agresivamente, desesperadamente.

Tampoco hoy podrá adentrarse en el hogar donde se queman troncos de chocolate. Desde allí, la oscuridad del cielo parece un poco más clara, adornada por esos pequeños puntitos brillantes que se cayeron de algún bote de purpurina. El calor del fuego parece avanzar lentamente con cada respiración, envolviéndole con cuidado, poco a poco, adormeciéndole con ternura. Se adentra en su duermevela tranquilo y lo transporta a un mundo de brisas que le suspiran de amor a la lumbre, un mundo de árboles rellenos de almendra con virutas de chocolate, de despertares y sueños unidos en uno y de botes de purpurina esparcidos descuidadamente en derredor.

Afuera, el viento sigue aúllando, cantándole su soledad a otra alma solitaria que observa la noche desde las alturas, rodeados ambos de pequeños puntos de luz, unos resultado de un bote de purpurina que cayó, otros como adorno final de unos árboles que en algún lugar, en un sueño lejano, siguen siendo de chocolate.


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Nunca olvidemos esas pequeñas ilusiones que hacen que nuestras vidas sean un poquito más luminosas ;)
Gracias por leerme :)